Una reforma tributaria votada en la Provincia de Buenos Aires por el Senado provincial desato la furia de los terratenientes conducidos por Biolcatti y los dirigentes de la CARBAP. La reforma lleva el valor de las tierras fiscales a valores cercanos a la MITAD del valor real. De esa tasación, el Estado estipula que el terrateniente pagara el 1% de su valor al fisco.
Pongamos números. Si el campo vale 1.000.000 (un millón) de pesos o sea unos 300.000 dólares la cuenta es esta:
El valor fiscal es la mitad. Es decir 500.000 pesos
EL impuesto anual es el 1% de ese valor fiscal, es decir 5.000 pesos.
O sea… 417 pesos por mes ¡!
Ese dinero es nada, para quien posee un propiedad de 1.000.000 de pesos, que además lo usufructúa plantando soja o trigo o usándolo para pastoreo de ganado.
El revaluó de la propiedad afectara a los propietarios que serán alcanzados por otros impuestos nacionales como los de Bienes Personales. Eso significa que deberán sacar algo más que 417 pesos de sus abultadas cuentas bancarias.
Ahora bien: ¿Cual es el problema de estos señores?
Los dueños de la tierra tienen un bien no reproducible
La propiedad agraria, la tierra, es un medio para la producción de alimentos.
Solo que tiene en ese sentido una característica particular: NO ES REPRODUCIBLE.
El esfuerzo por ampliar las áreas de cultivo indicara que la creciente demanda de alimentos para los humanos y los animales de consumo transforma zonas del país que anteriormente no eran consideradas rentables, como si rentables para la producción de bienes alimentarios.
Esto significa que aquellas zonas que ERAN RENTABLES CON ANTERIORIDAD, tienen además ahora una renta diferencial.
Imaginemos tres parcelas iguales pero en tres zonas distintas: A, B y C, que producen 120, 100 y 80 toneladas respectivamente.
Esto lo hacen, digamos, a costos idénticos, pero el rendimiento de la tierra A produce renta diferencial de 20 con relación a B y de 40 con relación a C, que no tiene renta diferencial.
Pero, si C produce es porque el mercado necesita de su producido. Lo que significa que A (y en menor medida B) se lleva una renta por producir a menores valores, pero no por habilidades técnicas o inversiones sino por obra y magia de la Naturaleza.
Este sencillo análisis respecto de beneficios de los propietarios de tierras en la Pampa Húmeda es extensible a idéntica comparación entre la pampa y otras zonas del planeta destinadas a la producción de alimentos.
Sobre esta base los terratenientes de la Pampa Húmeda, los llamados oligarcas, obtuvieron su riqueza. No importa para el análisis si ahora Los Grobo aportan tecnología a la plantación de semillas o Monsanto introduce un nuevo herbicida.
Las feraces tierras de nuestro país fueron la base de la riqueza de los terratenientes, como las cuencas petroleras del Golfo Árabe son la base de la riqueza de los jeques y reyes musulmanes.
Esa característica del suelo, y el comportamiento social de sus propietarios, los terratenientes oligarcas, terminaron de sellar la alianza de esa clase social con el imperialismo dominante en la época: el Imperialismo Ingles.
¿Acaso consideran esto como una confiscación del Estado?
¿Acaso esto impedirá el desarrollo de sus actividades o los tornara ineficientes en la producción de alimentos?
Sabemos que nada de eso sucede. Sin embargo Biolcatti y el sector social que representa (dejemos de lado a los patoteros de compañía que envió Venegas) consideraron que debían tomar por asalto la Legislatura e impedir el tratamiento de la nueva ley de impuestos.
Los dueños de la tierra sellan su alianza con el Imperialismo Ingles
La ecuación, solo a los efectos de ser breves podemos enunciarla así:
Argentina produciría alimentos y en ese sentido se integraba al Imperio Británico en dicha categoría.
A cambio de…nada.
Para esa clase propietaria, que se consideraba a si misma Patricia, es decir creadora de la Patria, era suficiente con tener al amo imperial como cliente para considerar que su tarea histórica estaba cumplida.
Y a ese engendro sin destino, estos señores lo siguen recordando cada año en la celebración de la Sociedad Rural, como el país que era uno de los cinco o seis primeros del mundo a principios del Siglo XX.
Ese ideario de la llamada Argentina pastoril, no está derrotado completamente.
Y no lo está, no porque muestre energías renovadas para encontrar su lugar en la historia, sino porque nosotros, El Pueblo Argentino, no hemos logrado todavía desarmarlo, desandarlo y en el más sano de los sentidos enterrarlo.
Eso pese a fantásticas y valerosas luchas que nuestro Pueblo ha tenido en la búsqueda de su destino.
Pareció que el punto de quiebre con esas concepciones de país, se reforzaba en los inicios de los 70 , cuando veíamos que la afluencia militante de la clase media al peronismo no solo reflejaba la crisis económica de la época, sino la crisis social en la que amplios sectores repensaban su visión del país.
La clase media, esto es, la pequeña burguesía sometía a discusión el viejo sistema de valores heredados de la oligarquía liberal y que no fueron reemplazados por el peronismo del 45.
Pero esto se vio truncado por la contrarrevolución del 76 en la que los sectores encabezados por Martínez de Hoz (no por Videla) decidieron cortar de cuajo- al precio de vidas que hiciera falta- los intentos de industrialización y de modernización arrancados en el 45.
El soberbio aprende de las mieles de los triunfos.
De las enseñanzas de las derrotas, aprende el sabio.
Los dueños de la tierra tienen conciencia de clase
Volvamos al inicio de la nota y las preguntas flotantes.
¿Por qué tamaña reacción frente a un ajuste impositivo conservador y moderado para quienes detentan (es decir poseen por la fuerza) el control de la producción de alimentos y de uno de los principales bienes exportables del país?
La explicación es simple: Fue una reacción consciente.
Estos sectores tienen conciencia no de solo de cuanto puede dolerles el bolsillo hoy, sino de cuáles son las medidas que abren la puerta a las discusiones sobre la distribución de la renta.
De allí su reacción que puede parecer exagerada viendo los valores en cuestión.
Pero esta conciencia de clase de los terratenientes oligarcas, no tiene un correlato en el programa de esta clase como clase dirigente.
Es una clase dirigente, que actúa como tal, que desea conducir el país según su programa (que no es más ni menos que el iniciado por ese personaje nefasto: el ideólogo asesino Martínez de Hoz), pero que tal programa de país es inviable y a- histórico.
Sin embargo esos sectores, lograron armar un fenomenal frente de clases y partidos políticos durante la discusión de la Resolución 125. Lo que podemos ver ahora a la distancia como un coletazo de las derrotas iniciadas con la contrarrevolución entreguista y pro imperialista de Martínez de Hoz y Videla.
Si ahora no tendrán mayor trascendencia en sus intentos no es porque hayan perdido la base material de su poder, la tierra y la parte del león de la producción de agro alimentos.
Sino que la acción de miles de militantes y la memoria subjetiva de luchas pasadas lograron recomponer la discusión después de la Resolución 125 y fue posible tener un triunfo en el terreno de la ideología, un aspecto fundamental a menudo ignorado por amplios sectores del Frente Nacional.
A los efectos de llevar las cuentas claras, digamos que tampoco fue reemplazado por valores del peronismo de los 70, aunque el acercamiento de las clases medias al campo nacional produjo las bases de una ruptura irreversible a la que hay que terminar de darle forma.
Este es el momento de poner a esos sectores reaccionarios de cara a la sociedad no por las sandeces que publiquen en La Nacion y el sistema de satélites que incluye a Clarin y todos sus medios conseguidos mediante la sana regla comercial del apriete y la amenaza.
Es el momento de reflexionar sobre ese sistema de valores que impide que la Argentina progrese y se industrialice.
Es el momento de acompañar e invitar al kirchnerismo e indicar que dentro de los objetivos que se plantea como programa, la discusión sobre la renta de la tierra y la producción de agroalimentos es esencial para que sea viable.
Cualquier potencia capitalista habla de soberanía alimentaria que no es ni mas ni menos que contar con alimentos suficientes y a precios posibles para que sus ciudadanos puedan alimentarse dignamente.
Este punto de vista capitalista no tiene que ver con principios sociales sino con el entendimiento consciente de que la propia población debe formar un mercado de consumo consistente.
Todos estos puntos son enunciados constantemente por la Presidenta, es imprescindible llevar esos enunciados a las bases materiales de concreción.
La producción de alimentos es el punto de discusión
El tema es que la propiedad de la tierra y la parte del león de la producción alimentaria no solo dan el poder material a sus propietarios.
Presenta en nuestro país un dilema:
Los alimentos producidos (cereales, ganado o productos de mayor elaboración basados en estos bienes producidos por el trabajo agrario) han sido la base de las exportaciones argentinas.
Es decir han sido y son todavía en gran medida los productores de dólares que ingresan al país.
Sin embargo estos productos exportados y las tierras en las que se producen son los mismos que el pueblo argentino consume, y que más consume cuando existen mejores salarios y niveles de distribución.
Estos mejores salarios se producen cuando hay políticas de industrialización, que requieren de importaciones para seguir su crecimiento ya que nuestra industria no es capaz de producir todos los bienes básicos que el crecimiento industrial necesita.
Más dólares necesarios para importar y menos dólares producto de la exportación, por tener menos saldos agroalimentarios exportables son el dilema al que nos referíamos.
Romper ese dilema no es solo abrir la verdadera puerta de la soberanía alimentaria, es también cambiar todo el paradigma de producción de alimentos, que esta clase parasitaria y sus advenedizos socios extranjeros o locales han llevado durante casi dos siglos.
Del mismo modo que la política de Repsol ha mostrado que la política predatoria está en la consciencia misma de los norteamericanos y los europeos imperiales, plantear seriamente la producción, distribución y exportación de la producción del complejo agroalimentario es la base para romper la política predatoria y retrograda de los Biolcatti y compañía.
Es la base para que nuestro pueblo este correctamente alimentado.
Es el secreto para que produzcamos alimentos en calidad y cantidad suficiente para nuestros hermanos latinoamericanos y nos apropiemos de los pingues beneficios que la Naturaleza dio a nuestro suelo y que los socios de la Sociedad Rural y Carbap han conseguido a partir de matar gauchos e indios y mantener a nuestro pueblo en el atraso.
Sudestada